La vida después del tratamiento residencial

fileuploads/noticias/depositphotos-10113890-xl-2015.jpg 05/10/2020

La vida después del tratamiento residencial

Cuando nos encontramos ante una enfermedad como la adicción, nos vemos en la tesitura de solicitar ayuda a los profesionales, que nos marcarán la mejor pauta a seguir teniendo en cuenta las necesidades de cada persona. La OMS ha determinado, demostración científica de por medio, que los ingresos residenciales de una duración de 90 días o más, ayudan a las personas a la rehabilitación de la enfermedad, consiguiendo una recuperación más a largo plazo que aquellos que abandonan dicho tratamiento. Aquí, es determinante las condiciones propias del paciente; así, se deben tener en cuenta aspectos como el tipo, frecuencia y cantidad de sustancias, la edad y el género, la posible presencia de patología dual u otros problemas de salud mental, la edad de comienzo del consumo, los recursos familiares, económicos y sociales, etc.… y, sobre todo, la querencia de cambio del adicto (motivación al abandono de tóxicos y/o conducta adictiva), que debe ser radical en su vida.

Pero esto es solo el principio del cambio en el estilo y conductas de vida. El tratamiento no sólo se debe focalizar en la abstinencia, sino que se debe hacer un abordaje multidisciplinar para facilitar y capacitar la recuperación integral y la integración socio-laboral, y familiar. Es importante, para ello, la realización de un seguimiento de apoyo temporal una vez que se han conseguido los objetivos primarios durante el tiempo de ingreso residencial. En este seguimiento, se aplican las herramientas y estrategias necesarias para volver a su entorno, procurando los cambios más necesarios a sus circunstancias.

Entran en juego durante este seguimiento las falacias de pensamiento, o ideas erróneas sobre aquello a lo que se enfrentan en su nueva perspectiva de vida. Existe la falsa creencia de que el tratamiento residencial es una “varita mágica”, y que salen “curados” del centro al que asisten, y que por tanto se pueden exponer a cualquier circunstancia de riesgo, sin que ello tenga consecuencias (por ejemplo: puedo salir al bar o de fiesta porque ya no voy a consumir). La elevada exposición a estímulos previamente asociados al consumo aumenta los deseos de repetir la conducta adictiva, por lo que esta creencia dificulta la recuperación.

La persona con una enfermedad como la adicción no muestra problemas a la hora de no consumir, sino que las mayores dificultades se basan en el mantenimiento de hábitos saludables (horarios de alimentación y sueño, estudio y/o trabajo), así como en la tolerancia a la frustración. Tienden rápidamente a mostrar signos de estrés y ansiedad al no ver resultados rápidos de las actividades que hacen, o al hecho de tener que realizar esfuerzos en controlar las vicisitudes sin consumir. Es decir, previamente, ante cualquier mínima dificultad que les genera estrés (mi pareja no es cariñosa, hay que ir a los médicos, o hacer gestiones burocráticas, discuto con mi pareja), calmaban la ansiedad mediante el consumo o conducta adictiva (bebo, juego a las máquinas, me voy de compras, como compulsivamente), lo cual relaja, pero no soluciona el problema.

Durante la etapa de seguimiento se trabaja sobre el estrés diario, dando las estrategias más adecuadas a cada persona y sus necesidades, pero se trabaja sobre todo sobre los rasgos de personalidad. Esto es, los motivos de la frustración, la rabia, la tolerancia, la aceptación de que las cosas no son siempre como ellos desean cuando ellos desean, la necesidad de realizar esfuerzos y ser responsables para obtener unos beneficios, y no tenerlo todo sin ser proactivo. Presentan muchas dificultades para esforzarse, incluso en las cosas más pequeñas, como puede ser mantener una hora para levantarse por las mañanas, o hacer las tareas básicas del hogar diariamente. Tienen que marcarse un horario de actividades muy concreto, cumpliéndolo a rajatabla, para así mantener el hábito sano, aunque este es uno de los mayores problemas que los profesionales encontramos en las terapias post-tratamiento residencial.

Además, se trabaja sobre la posible dependencia de la persona adicta tanto a los familiares, como a los propios profesionales. El adicto está acostumbrado a que las personas con las que se relaciona terminen por poner solución a los problemas previos al consumo, así como a los derivados del mismo (deudas, burocracia judicial, alojamiento, alimentación, control médico…). Al alta, la familia debe ser un sistema de apoyo y no de solución de las responsabilidades (A un niño le enseñas a multiplicar, no le haces los deberes, porque así nunca aprenderá matemáticas básicas). Es importante que los familiares pongan límites muy estrictos, pero que permitan a la persona tomar decisiones, y ser participativo en la solución de los problemas, pero sobre todo se le debe permitir asumir las consecuencias de sus decisiones y sus actos, aunque sean negativas, ya que esto les permitirá aprender a ser autosuficientes.

En ambos casos (ingreso y seguimiento) se hace especial hincapié en el papel que juegan las familias en la recuperación. Nuevamente aquí nos encontramos con la misma creencia de que el tratamiento es la panacea al problema, y que por tanto una vez que se termina ya no es necesario nada más. Se debe hablar en muchos casos de la codependencia de los familiares. Se hacen “adictos” del adicto pensando que, por su bien (“¿Cómo voy a no darle nada de dinero, no abrirle la puerta…”?), deben ayudarle en todo, lo cual lo único que hace es retroalimentar el círculo adictivo. La ruptura de esta codependencia es también necesaria para una rehabilitación.

Por último, debemos comentar las diferencias que tienen estos pacientes a la hora de valorar el mundo y las situaciones cotidianas del día a día. Interpretan la realidad considerando ser más importantes que el resto de las personas. Ellos tienen derechos y privilegios que los demás no, sus obligaciones son menores y menos relevantes de omitir que las de los demás. Las personas de su alrededor (familia, amistades…) tienen que estar siempre disponibles y a su servicio, pero ellos no hace falta que lo estén. Las cosas son siempre son muy complicadas, y el estar mal (enfadado, cansado, aburrido, perezoso) es justificación suficiente para no hacer lo que les corresponde. Y se creen con derecho de castigar a los demás cuando no hacen lo necesario para que ellos mismos estén bien, sin ser ellos quienes buscan ese bienestar (ejemplo: tienes que quedarte en casa para yo estar tranquilo; si no me das dinero me drogo). Es importante no permitir este tipo de respuestas y conductas, haciéndole entender su error de interpretación.

Los seguimientos ambulatorios cobran especial relevancia a la hora de trabajar todos estos aspectos, marcando los cambios a medida que se enfrentan a las distintas situaciones de su vida cotidiana. De ahí la necesidad de continuar con la pauta de los profesionales, el tiempo que así se considere necesario.

El centro de tratamiento Valle del Tiétar ofrece tanto ingreso residencial, como posterior tratamiento ambulatorio, logrando así la máxima rehabilitación a largo plazo.