Todas las personas contamos con nuestras propias manías, aquellas pequeñas conductas que llevamos a cabo en nuestro día a día y que nos permiten estar satisfechos con las cosas que hacemos: dejar recogido antes de salir de casa, comprobar que no hemos dejado nada encendido, las llaves siempre en el mismo sitio, el armario organizado por colores, etc. Estas conductas son normales y
no suponen ninguna alteración en el funcionamiento y responsabilidades diarias básicas, pero se da el caso en que estos comportamientos van unidos a una serie de pensamientos que comienzan a generar ansiedad o frustración cuando las cosas no están o no se hacen como se considera que se debería. Estamos hablando en este caso de las denominadas obsesiones. Primero hay que reseñar que es importante diferenciar una obsesión de un miedo. El miedo es una preocupación racional sobre un aspecto en particular (un animal, problemas económicos, un dolor, hablar en público, etc.), que no produce síntomas físicos importantes (leve sintomatología ansiosa como aceleración cardíaca, sudoración, sequedad de boca…), y que se trata de una intranquilidad que puede ser controlada y no impide per sé seguir con un ritmo de vida normalizado. En cambio, una obsesión es un miedo irracional desmedido que cuenta con una serie de síntomas físicos tales como ansiedad elevada, nerviosismo, elevada taquicardia, dificultades en la respiración, etc., que limitan la calidad de vida de las personas, ya que además se le unen pensamientos distorsionados como la falacia de control (sensación de no controlar las cosas) o catastrofismo (pensamientos de que el futuro va a salir mal), y otras sensaciones desagradables que limitan el grado de libertad de la persona, impidiendo mantener una estabilidad en las rutinas diarias. Cuando el nivel, tipo, frecuencia e intensidad de las obsesiones aumenta o se alarga en el tiempo y a diferentes situaciones o circunstancias, nos encontramos ante un Trastorno Obsesivo-Compulsivo, problemática que se engloba dentro de los trastornos de ansiedad. Se trata de un trastorno caracterizado por estar asociado a sensación de temor, angustia y estrés continuado de tal magnitud que repercute en el trabajo y funcionamiento diario. En este trastorno existe igualmente el ciclo obsesión-compulsión: las obsesiones se dan de manera automática y no bajo la voluntad de la persona, y son una serie de pensamientos intrusivos o invasivos sobre situaciones o preocupaciones de connotación catastrófica sobre el futuro, unido a pensamientos de impotencia o falta de control sobre dicho pensamiento; las compulsiones, en cambio, son las conductas repetitivas que se llevan a cabo como medio de reducción de la ansiedad que producen los pensamientos. Tanto si se trata de obsesiones comunes como si hablamos de un trastorno obsesivo-compulsivo, los niveles de ansiedad suponen el mayor impedimento a la hora de tener un funcionamiento normoadaptado. Es por ello que muchas personas que muestran estos síntomas recurren a la toma de medicación como medio de control de la ansiedad. Esto puede suponer un problema cuando no se encuentra bajo un control médico, ya que los ansiolíticos reducen los síntomas sólo de manera temporal, apareciendo posteriormente nuevamente el nerviosismo o los pensamientos intrusivos. Al no tratar la base de las obsesiones, la toma de ansiolíticos o tranquilizantes es común que termine por desarrollar un trastorno adictivo a estas medicaciones. Estamos hablando entonces de una patología dual en la que se debe abordar la adicción, y sus consiguientes consecuencias, junto con las obsesiones. Las adicciones a los tranquilizantes pueden generar consecuencias perjudiciales tanto a nivel físico (alteraciones en el ritmo cardiaco y respiratorio, problemas de memoria, alteraciones del sueño, o deterioro progresivo del nivel intelectual), como a nivel psicológico (necesidad de la toma de la medicación a pesar de sus consecuencias), o en los distintos entornos (aislamiento social y familiar, problemas laborales, etc.), que deben ser abordados por especialistas con el fin de poder volver a tener un funcionamiento cotidiano proactivo y saludable. Los tratamientos en estos casos requieren de un abordaje tanto psiquiátrico, que controla la toma y reducción de la medicación con el fin de evitar efectos secundarios o los efectos adversos de la abstinencia, como psicológico (que determina el origen de las obsesiones, trabajándolas desde la base y enseñando estrategias de manejo y solución), que tiene como fin la desaparición de los síntomas obsesivos y compulsivos, así como de la toma de medicación como medio de solución, y que han demostrado científicamente una eficacia en estas problemáticas. Si usted o un familiar se encuentran en esta situación y necesitan ayuda, el Centro Terapéutico Valle del Tiétar ofrece tratamiento personalizado especializado que permite a los pacientes una recuperación y mejora en la vida de la persona. Equipo CTVT
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