El suicidio: un problema social

fileuploads/noticias/diseno-sin-titulo-33.png 16/03/2023

El suicidio: un problema social

Desde el Centro Terapéutico Valle del Tiétar, situado en la Comunidad de Madrid, hemos observado que las cifras en cuanto al número de suicidios continúan subiendo, y lo hacen a un ritmo alarmante.

Todos los días escuchamos las noticias y nos cuentan que otra persona se ha suicidado. “Otra más”. En una sociedad en la que prima un ideal de salud, el suicidio nos rompe los esquemas, nos hace pensar en qué puede estar yendo mal para que algo así pase. Por qué. Para qué. Es doloroso y desconcertante y, puede que, por eso, para protegernos, evitemos abordar el tema. De manera paulatina hemos ido desarrollando una falta de sensibilidad, nos hemos habituado, al igual que ha ocurrido con la violencia. Hemos normalizado el suicidio. “Otra más. Son cosas que pasan”.

Cuando hablamos de suicidio, no solo nos referimos al acto en sí (suicidio consumado), sino que también incluimos la ideación y la tentativa de suicidio, ya que todo ello forma parte de un continuo. Al contrario de lo que se suele pensar, el objetivo de las personas que se encuentran en esta situación, no suele ser acabar con su vida, sino que, en la mayor parte de los casos, lo que buscan es acabar con su sufrimiento.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan 800.000 personas aproximadamente a nivel mundial, es decir, una persona cada 40 segundos. Es una cifra impactante, pero, lo es aún más, cuando pensamos que esta cifra solamente incluye los suicidios consumados y no la ideación autolítica ni los intentos que no llegan a consumarse, cuya cifra es 20 veces mayor. Además, según el INE, se prevé que estas cifras continuarán aumentando en los próximos años. Actualmente, muere más gente por suicidio que por accidentes de tráfico o violencia doméstica, es la primera causa de muerte no natural en España y la segunda causa de fallecimiento entre los jóvenes de 15 a 34 años, siendo los tumores la primera.

¿Qué factores pueden llevar a una persona a pensar en quitarse la vida? Atendiendo a los diferentes estudios, entran en juego factores psicológicos, biológicos, sociales, culturales, económicos y religiosos. Como hemos mencionado anteriormente, lo que estas personas buscan es acabar con su sufrimiento, un sufrimiento que puede deberse a alguna dolencia física insoportable o a un gran malestar psicológico relacionado con la pérdida del sentido de la vida o a la ausencia o escasez de vínculos sociales, de una red de apoyo. Todo ello lleva a la persona a una posición de desesperanza, a pensar que no hay otra salida porque ese sufrimiento no le permite ver más allá, no encuentra otra solución.

Existen una serie de factores que aumentan la probabilidad de que una persona sea más vulnerable a presentar este tipo de pensamientos suicidas. Por un lado, destacan la dificultad de acceso a la atención sanitaria y el estigma, que dificultan la petición de ayuda, así como el acceso sin control a contenidos de redes sociales que promueven el suicidio como única salida a través de retos, juegos, historias, etc. También se ha observado que aumentan la vulnerabilidad variables como el género (las mujeres son más vulnerables a la ideación, mientras que los hombres lo son más al suicidio consumado), la edad (a mayor edad, más frecuente), la presencia de antecedentes familiares, impulsividad, aislamiento social, perfeccionismo (aumenta las probabilidades de estrés y, por tanto, de ansiedad), la existencia de problemas psicológicos o psiquiátricos (destacan los ansioso-depresivos y los trastornos de personalidad), consumo de sustancias, problemas de sueño, bajos niveles de autoestima y sentido de autoeficacia, la facilidad de acceso a medios para llevarlo a cabo, bajo nivel educativo y socioeconómico y, muy relacionado, los intentos previos. Asimismo, es necesario hacer hincapié en la exposición a acontecimientos vitales estresantes e intensos emocionalmente o una acumulación de ellos, ante los que la persona siente que no tiene recursos para afrontarlos, como son el fallecimiento de un familiar, el acoso, el maltrato o abuso, crecer en un entorno de violencia, conflictos relacionales, problemas académicos o laborales, pérdidas económicas o un cambio de domicilio, entre otros. Cuando algo así ocurre, la presencia de un déficit de habilidades sociales, de gestión emocional, comunicación y de resolución de problemas supone un riesgo muy significativo, ya que la persona siente que no es capaz de afrontarlo y esto le hace más vulnerable a la desesperanza.

¿Qué podemos hacer? Como vemos, la gran mayoría de los factores de riesgo son prevenibles, por lo que el suicidio también lo es; el suicidio se puede prevenir.

Al igual que existen variables que aumentan la probabilidad, se han encontrado otros factores que disminuyen la vulnerabilidad de las personas hacia la conducta suicida. Entre ellos encontramos la presencia de vínculos familiares y sociales positivos, tener una autoestima alta, un locus de control interno, un alto nivel educativo, tener hijos que cuidar, creencias religiosas (proporcionan una red de apoyo y ayudan a dar sentido a la vida) y tener acceso a recursos educativos, sanitarios, sociales y comunitarios. Asimismo, destaca la presencia de estrategias de afrontamiento y habilidades de adaptación ante los cambios, de darle sentido a la vida, habilidades sociales, de gestión emocional, de comunicación, etc.

Todos estos factores protegen a las personas frente al suicidio y, por tanto, para prevenirlo es imprescindible promoverlos. Se trata de fomentar el diálogo en las familias, proporcionar ayuda y apoyo, y acabar con el estigma, favoreciendo que pidan ayuda.

Por otro lado, también para facilitar la prevención, es importante que estemos atentos a las señales de alarma, que pueden ser comportamentales (cambios de conducta, humor o rutina, aislamiento, anhedonia, desinterés o indiferencia, descuido de su imagen o higiene, comienzo o aumento de consumo de sustancias, conductas de riesgo, problemas de concentración o las llamadas conductas de cierre: regalar pertenencias de valor sentimental, gastos desproporcionados, dejar sus papeles en orden, hacer testamento o dejar cartas o mensajes de despedida, cerrar sus cuentas en redes sociales, visitar a seres queridos de manera inesperada, etc.) o verbalizaciones de la persona (expresiones de odio hacia sí misma, de que la vida no tiene sentido, sentimientos de inutilidad, culpa, insatisfacción con la vida o impotencia, cansancio vital, infelicidad, sentirse una carga para otros, expresar que no encuentra solución a su sufrimiento, desesperanza, querer huir y dejar de sufrir, agradecer a sus seres queridos lo que han hecho por ella, despedirse, deseos de terminar con la vida y así descansar, etc.). Cuando observemos este tipo de indicadores o veamos que la persona está sobrepasada, que hay malestar psicológico o que puede haber riesgo, al contrario de lo que se suele pensar, es muy importante preguntar si está teniendo ideas suicidas, hablar de ello para ver el nivel de riesgo y para proporcionar ayuda, porque preguntar no lo incrementa, sino que ayuda a expresarlo y baja el nivel de intensidad emocional, haciendo que la persona se sienta escuchada y apoyada, disminuyendo a su vez el riesgo.

En resumen, la conclusión que sacamos es que el suicidio no es un problema de la persona que piensa en poner fin a su vida, sino que es un problema social. Por ello, como sociedad, es fundamental que todos tomemos conciencia del daño que esta situación causa a nivel mundial y que empecemos a tomar medidas para prevenirlo, proporcionando ayuda psiquiátrica y psicológica a aquellas personas que se encuentren en esta situación. No podemos seguir normalizándolo. El suicidio no solo es un problema de salud pública, es un problema social.

Desde el Centro Terapéutico Valle del Tiétar, ubicado en la comunidad de Madrid con una atención especializada, nos gustaría motivar a todas esas personas que están pasando por un momento tan difícil para ellos, como para sus familias, que pidan ayuda, de cualquier índole, privada o pública.