Reducción del miedo al coronavirus

fileuploads/noticias/miedo-coronavirus.jpg 24/03/2021

Reducción del miedo al coronavirus

El miedo se define como una respuesta emocional normal, adaptativa, universal y necesaria.

Se define como una reacción emocional a la percepción de señales de peligro o amenaza, ciertas o imaginadas de la propia existencia, que pueden desencadenarse ante estímulos ambientales, situacionales, y también por estímulos internos de la persona, relacionados con la propia muerte o ajena (Uribe-Rodriguez AF et al, 2008) (Lehto H et al, 2009).

Los miedos más comunes en la edad adulta son:

  • Miedo a la muerte, al daño o anticipación del dolor, a la enfermedad, a la sangre y a las intervenciones quirúrgicas.
  • Miedo al abismo visual (que nace de manera natural ya de bebés).
  • Miedo a la oscuridad.
  • Miedos a situaciones interpersonales.
  • Miedos a los animales.
  • Miedos agorafóbicos.

El miedo a morir es consecuencia de la conciencia humana, de que tenemos fin (Damasio,1994, 2005; Guirao, Piñeyro, & Hevia, 1997). La muerte como carácter tabú de la sociedad y la falta de aceptación de la misma, nos conducen a una situación de que morimos mal y que morimos solos (García-Caro, 2008). La sociedad no llega a considerar la muerte como un proceso natural y se ve la muerte como una tragedia para su existencia. Además, en esta sociedad actual, desarrollada en todos los aspectos, en la que para cada problema hay una solución, resulta incomprensible no haber encontrado una solución o un remedio para la muerte (Martí, 2014).

En estos días, hace un año, comenzaba el revuelo acerca de un virus parecido a la gripe, que estaba azotando China en esos momentos, pero que se extendía por el mundo, viéndose en realidad su gravedad, hasta llegar al punto de aumentar exponencialmente el número de contagios y muertes, y que comenzaba a generar miedo en la población, sobre todo entre aquellos a los que más afectaba, es decir, los más vulnerables. Aunque ahora nos parece muy lejano, pero el 13 de marzo de 2020 entramos en estado de alarma, en el que se obligó a todos a quedarse en sus casas con el pronóstico de volver a poder salir en quince días.

Cuando comenzó la epidemia, la población española ante la incertidumbre de esta nueva enfermedad, su contagio, y las cifras de contagios y muertes generadas por este virus nuevo en nuestra sociedad, creó un miedo y una histeria colectiva en la que la sociedad empezó a hacer compras para tener reservas, aunque los medios de comunicación explicaran que no iban a faltar los productos básicos necesarios. En los primeros días, empezaron a quedarse sin abastecimiento por estas compras desorbitadas o fuera de lo común, como pudo ocurrir con el papel higiénico, latas de conservas y alimentos no principales como pueden ser postres, dulces o harina. Durante unas semanas, los supermercados estaban devastados por el miedo a que pudiéramos quedarnos sin abastecimiento de alimentos mientras estábamos confinados en casa.

En base a esa situación y cómo se iba alargando en el tiempo, se fueron identificando en las personas miedos básicos del momento, como los relativos al contagio (propio y contagiar al ajeno, sobre todo al familiar de riesgo), a la enfermedad y a la muerte, el miedo a los problemas que se provocaran con el trabajo y la economía, y detectando como factores de riesgo estar expuesto a los medios de comunicación, el afecto negativo, vivir con personas mayores, etc. (Sandín et al., 2020).

Este miedo generado ante el Covid-19, en un principio sirvió para que la sociedad fuera responsable y se quedara en sus casas para poder detener la pandemia, sirvió para que la sociedad se hiciera responsable de que podían ser contagiosos para los demás si estaban infectados por el coronavirus y para protegerse frente a un contagio por parte de los demás. Cuando se abasteció al país con mascarillas y, en un principio guantes, porque no se sabía muy bien el medio de contagio, el miedo fue el motor de la sociedad y la gente se adaptó a esas medidas con un fin común, detener al coronavirus. Es decir, la función de esta emoción de carácter negativo es la prevención y evitación de un mal mayor. Nos detiene, nos obliga a actuar con precaución, nos frena para cumplir con las normas sanitarias y asegurarnos nuestra seguridad y salud, así como la de los nuestros.

Con la llegada de la vacuna y la fatiga pandémica, así como el agotamiento ante todos estos meses acumulados de confinamiento y restricciones, se está viendo una reducción en la percepción de la gravedad de un contagio. En cuanto a las vacunas, existe la falsa creencia de que quien está ya vacunado no contagia, por lo que no existe miedo a relacionarse sin precauciones con quien ya ha recibido la dosis necesaria. (Moret X, 2020). Además, no se confía plenamente en los efectos que pueda tener la vacuna, considerándola en muchos casos innecesaria.

Siguiendo en esta línea, esta fatiga pandémica está provocando una relajación en el cumplimiento de las medidas sanitarias, definida como una desmotivación para cumplir con los comportamientos que aseguran la protección. El director de emergencias de la OMS, Myke Ryan señala que hay tres medidas fundamentales para la lucha contra el Covid-19:

  • Medidas de prevención individuales.
  • Vigilancia sanitaria pública.
  • Vacunaciones.

En base a estas tres medidas fundamentales, y como se ha explicado anteriormente, fundamentales según la OMS, estaríamos en riesgo de una nueva ola de contagios. En este momento, por tanto, nos encontramos con que el miedo, emoción fundamental para la prevención, ya no produce el efecto deseado, y por tanto debemos tomar otras estrategias de control, aunque sin dejar de lado el efecto que dicha emoción crea en las personas.

Debemos, por tanto, volver a tenerlo en cuenta, pero siempre teniendo en cuenta que no nos debe bloquear, sino mantener un equilibrio sin llegar a que sea contraproducente. 

Es por todo lo expuesto anteriormente, que, si debido a esta situación te encuentras en un estado de ansiedad, incertidumbre, y necesitas ayuda psicológica en el Centro terapéutico Valle Del Tiétar, ubicado en la Comunidad de Madrid.