La comida: Una adicción invisible

fileuploads/noticias/blog-ctv.png 01/08/2023

La comida: Una adicción invisible

Cuando hablamos de adicciones, solemos dar por supuesto que nos referimos a sustancias como el alcohol, el cannabis, la cocaína, etc. Sin embargo, también existen adicciones comportamentales, que son aquellas denominadas “adicciones sin sustancia”. En este grupo se incluyen temáticas como las compras, las nuevas tecnologías, el juego, el sexo, etc. Y, aunque existe gran controversia con respecto a si la adicción a la comida se considera una adicción a sustancias o comportamental, cuando hablamos de adicción, solemos olvidarnos de ella.

En una sociedad en la que se otorga tanta importancia a la salud, principalmente física, y al cumplimiento de los cánones de belleza, hablar sobre la adicción a la comida se considera tabú porque, aunque no de manera intencionada, nos produce rechazo, teniendo en cuenta que implica lo opuesto al ideal físico que se promueve en la actualidad.

A día de hoy, la adicción a la comida aún no está incluida en el DSM (Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales) como trastorno en sí mismo. Sin embargo, atendiendo a la raíz de la problemática, podríamos ver reflejada esta adicción principalmente en el llamado “trastorno por atracón”; es el trastorno alimentario más frecuente a nivel psicológico, afectando al 1-4% de la población, en su mayoría mujeres. Esto concuerda con el perfil de personas adictas a la comida, que suelen ser mujeres, mayores de 35 años o adolescentes con sobrepeso.

En la persona existe una necesidad de comer que no responde a la sensación de hambre, ya que se da incluso estando llena, lo que lleva a perder la sensación de saciedad y a sentir que se pierde el control sobre la ingesta (a esto nos referimos cuando hablamos de atracones). Los alimentos con azúcar y ricos en grasas suelen ser los más consumidos. Tras el atracón, la persona siente culpa y vergüenza, por lo que trata de ocultarlo y termina, generalmente, comiendo a escondidas. Estas emociones, sumadas al hecho de que la persona prioriza la comida, como en cualquier otra adicción, lleva a dejar de lado otras responsabilidades de su vida, fomentando así el aislamiento. Es decir, los atracones, aunque proporcionan un alivio momentáneo a corto plazo, después aumentan el malestar, lo que promueve que se repita el atracón buscando ese alivio, convirtiéndolo así en un círculo vicioso.

Por otro lado, las llamadas conductas compensatorias son poco frecuentes, es decir, la persona no suele recurrir a los vómitos, laxantes, ejercicio físico…lo que implica un aumento progresivo de la masa corporal, llegando a desarrollar obesidad, así como los correspondientes problemas de salud física (dificultades de movilidad, problemas articulares, enfermedades cardiacas, trastornos respiratorios que se evidencia durante el sueño, diabetes…). Sin embargo, como en cualquier otra adicción, la dependencia que la persona ha desarrollado hacia la comida, le lleva a negar la gravedad del problema y continuar a pesar de las consecuencias que pueda provocar, ya sea para su salud o en los diferentes ámbitos de su vida.

En esta misma línea, no solo existen problemas a nivel físico, sino también psicológico. Como en cualquier otra adicción, la comida se convirtió en un problema cuando empezó a cumplir una función de regulación emocional para la persona. Es decir, en momentos en que la persona no fue capaz de autorregular y gestionar sus emociones, aprendió que a través de la comida encontraba algo de alivio. Por ello, lo entendemos como una estrategia dañina de reducir el malestar. Asimismo, suele relacionarse también con sintomatología depresiva y/o ansiosa, así como con baja autoestima y sentimientos de fracaso por no conseguir bajar de peso con las dietas que suelen intentar, lo que agrava el problema porque se incrementan los atracones para gestionar el malestar causado por ello.

¿Qué puede facilitar el desarrollo de una adicción a la comida? Existen varios factores que pueden influir en ello, ya sean genéticos o psicosociales, como: la conflictividad familiar, la presión social para alcanzar el ideal de belleza (delgadez en mujeres y un cuerpo fibroso en hombres) que deriva en insatisfacción con la imagen corporal, tratar de restringir la alimentación mediante dietas, tener sobrepeso u obesidad, impulsividad, tendencia al aislamiento y poco apoyo percibido, baja autoestima y dificultades para identificar y expresar las propias necesidades, así como para tolerar el malestar, entre otros.

En relación a todo lo mencionado anteriormente, podemos concluir que la adicción a la comida es una problemática compleja, por lo que, a la hora de diseñar un tratamiento, no se trata solo de instaurar una dieta para perder peso, sino de trabajar la raíz del problema. Es decir, además de enseñar a la persona acerca de la instauración de hábitos alimentarios saludables tratando de mejorar su relación con la comida, es importante el aprendizaje de herramientas adaptativas de gestión emocional y de resolución de problemas, así como el trabajo de la autoestima. Se trata de romper ese patrón de funcionamiento aportando nuevas estrategias para que así la persona no sienta la necesidad de recurrir a la comida para tratar de manejar sus emociones.

Todo ello, evidencia la importancia de otorgar la visibilidad y relevancia que requieren todas las adicciones para así facilitar que se detecte el problema y se pida ayuda antes de que las consecuencias sean muy limitantes para la persona.

Desde el Centro Terapéutico Valle del Tiétar, situado en la Comunidad de Madrid, te animamos a pedir ayuda si tú o alguien cercano a ti se encuentra en una situación similar. Tener una mayor calidad de vida es posible, solo que a veces no podemos conseguirlo solos. También estamos en el Centro de Adicciones en Castilla La Mancha y Centro de Adicciones cerca de Castilla La Mancha. ¡Visítanos!