Definido por la OMS como “el acto de quitarse deliberadamente la vida”, el suicidio supone un problema cuya atención sanitaria ha aumentado en los últimos años de manera exponencial, con registros de alrededor de 800.000 fallecimientos cada año en el mundo, y habiéndose convertido en nuestro país en la primera causa de muerte no natural. Actualmente, se suicidan 10 personas cada día, más común entre hombres que entre mujeres. Esta cifra representa casi el doble que los fallecimientos por accidente de tráfico, y 80 veces más que por violencia de género. Además, el suicidio juvenil se ha convertido, en los últimos años, en un problema significativo, convirtiéndose, después de los tumores, en la principal causa de mortalidad entre la juventud española con edades comprendidas entre los 15 y los 34 años (Fundación Salud Mental España, [FSME], 2017). Igualmente, es de importancia destacar que, por cada acto consumado, se calcula que existen de 20 a 30 intentos de suicidio más, pues el principal factor de riesgo es, precisamente, un intento no consumado.
Se trata de un fenómeno complejo en el influyen múltiples factores, entre los que están los biológicos, clínicos, psicológicos y sociales. El conocimiento de dichos factores, tanto de riesgo como de protección, será determinante a la hora de tomar decisiones preventivas y tratamientos efectivos. Las personas que piensan e intentan suicidarse están intentando alejarse de una situación que les es difícil de manejar, y así buscan alivio al quitarse deliberadamente la vida. Sentimientos de vergüenza, culpa, carga para terceros, victimismo, rechazo, pérdida o soledad, son algunos de los síntomas que suelen reflejar las personas. Además, se sabe que existen trastornos mentales que son prevalentes en estos casos, como el trastorno límite de la personalidad, la depresión, la esquizofrenia, las adicciones y otros trastornos psicóticos. Pero también se deben tener en cuenta la historia familiar de conductas suicidas, los eventos vitales estresantes, un apoyo socio-familiar inadecuado o ausente, la presencia de problemas físicos o enfermedades crónicas, las experiencias adversas en la infancia, problemas socio-económicos, y los intentos previos de autolesión o suicidio.
El ahorcamiento es el principal medio usado para quitarse la vida, seguido por el uso de armas de fuego, los saltos desde las alturas, la ingesta de pesticidas, y la sobredosis de fármacos, variando los datos según los diferentes países o por género.
Debemos estar atentos a diferentes cambios que muestran las personas con ideación suicida.
Desgraciadamente, el suicidio sigue siendo un tema de elevada controversia en la sociedad actual, existiendo todavía mucho tabú en cuanto a hablar de ello y, por ende, a trabajar sobre la prevención. Por ello, es de especial relevancia aumentar la sensibilidad con este tema, para que cada persona pueda recibir la ayuda más adecuada. Se debe empezar por identificar los pensamientos y conductas suicidas. Así, el conocimiento de las posibles causas del suicidio es uno de los mayores factores de protección para permitir el desarrollo y puesta en práctica de técnicas eficaces. Ante cualquier señal de las mencionadas previamente, se debe acudir a un especialista para poner en marcha el tratamiento más adecuado. Numerosos estudios han puesto de relieve el rol fundamental de las intervenciones psicológicas y terapéuticas, que reducen la ideación suicida, y las conductas desajustadas que terminan en el intento autolítico. El Centro de tratamiento Valle del Tiétar pone a su disposición medidas psicoterapéuticas individualizadas y realizadas por especialistas en la materia, ofreciendo atención integral a los pacientes y a los familiares, ayudando en la mejora y eliminación de estas conductas e ideas.
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