Cuando decir Adiós es aún más difícil

fileuploads/noticias/captura-de-pantalla-2020-06-10-a-las-172522.png 10/06/2020

Cuando decir Adiós es aún más difícil

Sin embargo, existen ciertos elementos en nuestra cultura que nos permiten pasar por este proceso lo más rápido posible, y con las menores consecuencias.

Poder acudir al velatorio, al entierro, escuchar de boca de otras personas cómo ensalzar sus habilidades, lo maravillosos que eran, o que empaticen con nuestro sentimiento de lo injusta que es la pérdida mitiga nuestro dolor y nos permite seguir nuestro proceso de duelo de la forma más normativa posible, pasando por las distintas fases.


1) Por lo general cuando perdemos algo que formaba parte de nuestra vida nuestra primera reacción suele ser negarlo, convenciéndonos a nosotros mismos de la temporalidad de la pérdida en el caso por ejemplo de haber perdido una empresa o un puesto de trabajo, o de que ha existido un error en caso de que haya sido la muerte de una persona que es completamente repentina.


2) En caso de que la realidad nos impida seguir negándola tendemos a pasar a una segunda fase de ira, en la que en muchas ocasiones nuestro sentimiento es difuso, nos encontramos estresados e irritables, y no solamente dirigimos nuestro sentimiento hacia aquellas personas que son las portadoras de las malas noticias, sino a todos aquellos elementos que intervinieron, o no lo hicieron lo suficiente para evitar la situación.


3) Posteriormente llegamos a una fase descrita como negociación, en la cual comienza una búsqueda de información que mitigue nuestro dolor. En caso de la pérdida de una persona valoramos el sufrimiento, las condiciones en las que falleció, si fue consciente o si tuvo tiempo de despedirse, así como las circunstancias en las que se encuentren otros familiares. Si valoramos la pérdida de una pareja o un puesto laboral, no sentimos el mismo dolor si somos los únicos que si les ha pasado a más personas, si los demás se encuentran igual de apesadumbrados, o si nuestra expareja rehízo su vida o también se encuentra sola. Aquí comienzan las peleas, por ejemplo, por los días de vacaciones no disfrutados, o por saber quién se queda con ciertos objetos, permitiendo focalizar nuestra atención en detalles para no sentir el dolor de la pérdida absoluta.

4) Una vez que no queda más por lo que negociar, comenzamos a aceptar el fin o la limitación que hemos vivido y experimentado, pasando a la depresión o tristeza, y a compadecernos de nuestra propia situación. Esta fase es necesaria ya que permite valorar aquello que se ha perdido, y provoca motivación para seguir a la última fase.


5) La aceptación de la pérdida, resignificándola, sin valorar consecuencias terribles derivadas de esa, y analizando las posibilidades de las que gozamos a pesar de que no podamos recuperar lo que perdimos, nos brinda la oportunidad de aprender de nuestros errores. Responsabilizarnos de lo que pudimos hacer no sólo para que esta situación se diese, sino para que la propia vivencia de la pérdida fuese peor (por ejemplo, los remordimientos de lo que nunca llegamos a hacer o decir a tiempo) al igual de lo que sí hicimos sin tener suficientemente en cuenta las consecuencias o los potenciales riesgos, pueden hacer que salgamos de las pérdidas fortalecidos y con algunos aspectos más claros para enfrentarnos a futuras circunstancias.


Es importante entender que no todas las fases tienen la misma duración, y que incluso en ocasiones no suceden de forma lineal tal y como están descritas, en ocasiones regresamos a la negación después de la ira, o volvemos a negociar una vez que parecía que ya lo habíamos aceptado. Darnos el permiso para sentir el dolor, y hacernos cargo de las incomodidades que éstos provocan suponen aspectos claves para no patologizar o problematizar la pérdida más
de lo debido.


Sin embargo, no es un camino que debemos hacer solos, a veces el dolor nos impide transitar adecuadamente por él, y necesitamos de ayuda profesional que nos acompañe y nos guíe en el duelo, para salir fortalecidos y poder continuar con nuestra vida. En el centro terapéutico Valle del Tiétar ubicado en la comunidad de Madrid, tenemos un gran equipo multidisciplinar que pueden ayudarte mediante un tratamiento ambulatorio a elaborar y procesar tu dolor, para no
quedarte anclado al pasado.


Date la oportunidad de volver a ser feliz, pregúntanos sin compromiso y esteramos encantados
de atenderte.


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